Una hipótesis de Alberto Cortés y Rosa Romero sobre la urgencia de accionar el cuerpo.

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Los movimientos han generado todo lo que nos rodea. No somos capaces de suponer una evolución lineal o no, histórica o no, que no pueda estar unida a la idea de la acción. Accionar ha sido el eje de la humanidad y la teoría de la acción-reacción se asimila de forma casi involuntaria desde nuestro nacimiento. Hemos perdido la capacidad de accionar. Las formas de vida asociadas a los sistemas capitalistas occidentales, el mercado desde casa, las nuevas comunicaciones online o la televisión por cable han ido mermando el poder de la actividad, el cuerpo y la calle. 

En marzo de 2020 España se declara en Estado de Alarma debido a la pandemia causada por la Covid-19. Ese hecho marca un antes y un después en las personas que vivimos ese momento. Si las capacidades de acción ya se encontraban en un estado de somnolencia, este Estado de Alarma viene a rematar la poca acción que nos quedaba. Podríamos decir que el confinamiento supone para “La teoría de la pelvis” lo que supuso la caída de la manzana del árbol para Newton. 

Más allá de las medidas de seguridad y responsabilidad que estamos asumiendo por la salud y la sanidad pública, es innegable que nos encontramos antes un nuevo escaparate dominado por el miedo (si bien el movimiento suponía el principio activo de la evolución, el miedo supone el principio activo de la parálisis).

 

“La teoría de la pelvis” no es una ficción, sino un estudio que pone de manifiesto que accionar el cuerpo cambia cosas. La pelvis puede funcionar como: aspiradora, volcán, silbido y cortacuellos. La pelvis no puede funcionar como: bebé recién nacido, cachorro y paisaje en calma. La pelvis es movimiento. Impulso motor del cuerpo. Eje y centro.